El sol ni siquiera amenaza con su aparición cuando médicos y agentes sanitarios preparan la camioneta con todo lo necesario con el objetivo es llevar la atención a los domicilios más inhóspitos. Las ruedas comienzan a moverse aún sin indicios de luz natural, pero conscientes que recorrerán cientos de kilómetros durante el mismo día. El Programa Médico Rural que realiza la Fundación Baylor en articulación con el Sistema Público de Salud tiene como objetivo la detección de población de riesgo en áreas rurales que necesiten controles de salud.
Los Chihuidos es un pequeño paraje de 200 habitantes ubicado a poco más de 100 kilómetros de Añelo (la mitad es por una ruta de tierra). La mayoría de su población es adulta ya que los jóvenes deciden emigrar en busca de otro futuro. La geografía del paraje implica una extensión de más de 80 kilómetros y, en ese enorme terreno, se ubica una numerosa cantidad de puestos. Por la extensión de los campos y el número de animales que poseen, los puesteros ubican sus pequeñas viviendas en esos terrenos alejados del centro más urbanizado del paraje. Una vez por mes, los médicos de Baylor -acompañados del sistema de salud público- recorren cientos de kilómetros (caminos no consolidados y de difícil circulación) entre puesto y puesto para atender a cada uno de ellos en su propio lugar de residencia.

El centro de salud del pequeño poblado es apenas la primera parada técnica en busca del agente sanitario para así continuar el viaje. En los puestos no hay teléfono ni forma de comunicación, por lo que el agente sanitario se las arregla de distintas formas para advertir sobre la visita y así evitar que no haya nadie en el lugar. La radio recupera las dotes de antaño y se transforma en el medio de comunicación indicado para estos mensajes.
Tras atravesar una picada que permite un acceso agradable por la lejanía con el invierno, asoma la vivienda que habita Ariel, el peón (42 años) del lugar que acaba de renovar su contrato por otro año de trabajo. Allí, en Aguada Yantén, vive junto a Johana (23) en una casa modesta y prolija. No hay ruidos que no sean de la naturaleza y sólo sobresalen los ladridos de tres perros “chiveros”, dos galgos y algunos caniches de Johana.
A don Jara le faltó un año para terminar la escuela primaria y, desde hace años,se dedica a criar todo tipo de animales. Junto a Johana, hace más de un año que no se realizan ningún tipo de controles. La doctora de Baylor, Mariana Sosa, no sólo expone sus dotes médicos sino también la necesaria empatía para lograr comunicar la importancia de la prevención en la salud a pacientes reacios a recibirla. Así, mientras revisa la presión y la oxigenación en sangre de ambos, intenta convencerlos de la necesidad de realizar un chequeo en Añelo, enfatizando las ventajas y la rapidez con la que podrán hacerlo tan sólo mencionando que ambos llegarán al hospital desde Los Chihuidos.

Agradecen y prometen que lo harán, pero será tarea del agente sanitario lograr que finalmente aquella promesa se convierta en realidad.
La camioneta vuelve a rodar. No sólo deberá desandar los kilómetros que recorrió hacia el puesto de don Jara sino emprender nuevos metros en busca del puesto de Jacinto. Tras varios bruscos movimientos por las imperfecciones del terreno y algunos kilómetros después, asoma el puesto Gaucho pobre, de Jacinto (56) y Margarita (69 años). Allí, bajo el sol que no encuentra sombra en esas tierras, sonríen ante la llegada de la atención sanitaria y agasajan a la visita con todo aquello que tengan disponible. Llevan muchos años viviendo allí. “Soy nacido y criado aquí y ni loco voy a la ciudad”, cuenta Jacinto. En el puesto tienen pollos, chivos y terneros, además de una prominente huerta que muestran con orgullo al personal de Baylor.
La atención no sólo implica realizar los chequeos de rutina como la presión arterial y la oxigenación en sangre sino que los médicos permiten que el tiempo se detenga todo lo que sea necesario para no irse sin abarcar la menor duda o consulta del paciente. Don Jacinto es asmático y, desde hace años, la llegada del invierno no sólo le provoca inconvenientes para calefaccionar su vivienda sino que también es la propia leña la que le genera problemas respiratorios. La médica de Baylor le entregó la medicación necesaria, se le aplicó una inyección necesaria para su patología y le organizó su tratamiento para que el invierno pueda superarlo sin problemas. “Gracias a Dios, siempre están visitándonos”, explicó Jacinto.

El calor del mediodía y los kilómetros recorridos comienzan a pesar en el cuerpo, pero la voluntad y las ganas no merman. El horizonte de llevar Salud a los rincones más alejados de la población es una guía para la camioneta que no deja de recorrer kilómetros y superar obstáculos de terreno para llegar, en este, al puesto Aguada Canale, de Bernabé y Violeta.
Mientras los cuatro puntos cardinales sólo ofrecen una geografía árida, la vivienda de los anfitriones ofrece un color verde que contrasta con el resto del paisaje. Sus esfuerzos permiten disfrutar de plantas y flores que funcionan como un páramo ante tanto desierto. Llevan allí 66 años, la misma cantidad que tiene su dueño, don Bernabé. La visita médica arriba al lugar en un momento especial ya que le colocaron un stent en el corazón pocas semanas atrás. Su presión arterial era correcta y la médica de la Fundación revisó todos los antecedentes y analizó el cuadro general del paciente. “Estas visitas son una garantía para nosotros. Yo no puedo manejar mucho por la presión alta, pero hay mucha gente que precisa que lo vean en la zona porque nadie viaja salvo que esté muy grave. Y si no lo está, se enferma más. En cambio, que vengan aquí y lo atiendan a uno es una garantía”, contó.
La tarde ya es realidad pero aún quedan dos puestos por recorrer. No hay forma de saber si sus habitantes están o no en el lugar, por lo que la camioneta transita decenas de kilómetros para, en algún caso, encontrarse con la tranquera de acceso al puesto con candado. Allí, la única opción es regresar con el lamento de que los pobladores no hayan podido esperar la visita de los médicos.

Siguen los kilómetros y aún queda visitar Aguada La Argolla, un pequeño puesto de difícil acceso y cuyo único habitante es Carlos, un joven de 34 años e hijo de Bernabé.
Además de la atención médica, los agentes sanitarios aprovechan la oportunidad para conocer todo tipo de datos como de dónde proviene el agua que utiliza y qué alimentos consume. Así, Carlos comenta que no come verduras sino carne, en su mayor parte provenientes de las gallinas que tiene para el autoconsumo.
En su pequeña vivienda pasa sus días entre afiches que reflejan sus dotes y valentía para la jineteada. Pese a que los controles son normales, la doctora de Baylor intenta convencerlo acerca de la necesidad de realizarse un análisis de sangre. Carlos se ríe. Tímidamente, advierte que no le gusta mucho ir al doctor. El objetivo será que logre realizarse esos controles y allí el agente sanitario jugará un rol esencial, inclusive usando todas las estrategias posibles. En este caso, hasta utilizando a alguno de sus familiares como compinche para lograr que se traslade a Añelo para poder realizar un chequeo.